"La justicia sueca sólo ha emitido una orden de búsqueda
para interrogarle y aún no ha procesado cargos en su contra". y siendo asi, todo el proceso judicial, detención y tortura emprendido por Suecia e Inglaterra son un acto de venganza de los socios de EU
Ya lo había destacado La Jornada el día de hoy:
Editorial de La Jornada, de México
La sorpresiva aparición del fundador de Wikileaks, Julian Assange,
en la embajada de Ecuador en Londres, su solicitud formal de asilo
político al gobierno del país andino y el ofrecimiento de Quito de
evaluar tal petición con base en el respeto a las normas y principios
del derecho internacional, así como la tradicional política de Ecuador
de precautelar los derechos humanos, disipan el temor de que el
periodista australiano fuese entregado en los próximos días a Suecia
–donde enfrenta cargos por presunto acoso sexual y violación–, lo cual
parecía un hecho consumado tras la negativa del Tribunal Supremo de Gran
Bretaña a la solicitud de reabrir el caso correspondiente, la semana
pasada.
Con independencia de la respuesta que otorgue el gobierno de Rafael
Correa a Assange, la existencia de un refugiado político en la Europa
contemporánea, el encarnizamiento judicial emprendido en su contra por
las autoridades de dos países del viejo continente –Inglaterra y Suecia–
y el silencio guardado ante esta situación por el conjunto de las
potencias occidentales dan cuenta de la hipocresía y la miseria moral y
política de gobiernos que se reivindican, con frecuencia, como paladines
de la libertad, la transparencia, la legalidad y el respeto a los
derechos humanos, pero que actúan como partidarios del autoritarismo,
defensores de la opacidad y responsables del uso faccioso de la ley y de
atropellos a las garantías individuales.
Cabe recordar que no existe, en rigor, una acusación penal contra
Assange, sino una mera demanda de presentación en el marco de una
investigación que no puede ocultar su motivo verdadero: llevarlo a
territorio sueco para posteriormente entregarlo al gobierno de Estados
Unidos, cuyos portavoces no han ocultado el propósito de Washington de
fincarle cargos por terrorismo.
Es deplorable, pero indicativo del desorden mundial contemporáneo,
que funcionarios judiciales de la misma Suecia hayan sido inducidos a
inventar delitos sexuales en el contexto de lo que se ha evidenciado
como una operación de venganza y de control de daños de Washington, y
como un claro intento por reprimir el ejercicio de transparencia y
libertad de expresión y de información que ha llevado a cabo el
comunicador australiano y su organización.
Dicha persecución se inició con el telón de fondo del escándalo
mundial por las pruebas de crímenes de guerra cometidos por las fuerzas
invasoras en Irak y Afganistán; por la difusión de los papeles del
Departamento de Estado en el que se revelan toda suerte de prácticas
inconfesables –conspiraciones, incitaciones a la corrupción, actos de
espionaje, allanamiento de soberanías, hostilidad diplomática contra
gobiernos críticos, encubrimiento de regímenes impresentables–, y en
general por la manifiesta irritación que la labor de Wikileaks ha
generado en Washington y en las máximas potencias mundiales.
Es significativo al respecto que, mientras Assange solicitaba ayer
asilo a la embajada ecuatoriana para evitar su extradición a territorio
sueco, algunos representantes de esos poderes asistían, en la cumbre del
G-20 que se desarrolla en Los Cabos, Baja California, a la confirmación
de su incapacidad para generar perspectivas de solución a la
devastación económica y social que enfrentan sus poblaciones en todo el
mundo, particularmente en los países europeos.
Por lo demás, es previsible que la solicitud de asilo de Assange
configurará un escenario de rispidez diplomática, en el mejor de los
casos, entre los gobiernos de Londres y Estocolmo, por un lado, y Quito,
por el otro. En lo inmediato, cabe esperar que este último logre
sobreponerse a las presiones exteriores de que sin duda será objeto, que
haga honor a su historial de dignidad, de soberanía, de respeto a los
derechos humanos y de voluntad de corrección del orden mundial actual, y
que otorgue una respuesta favorable a la solicitud del fundador
de Wikileaks.
Para ello, Ecuador necesitará de la solidaridad de gobiernos honestos
y de sociedades que, como la nuestra, se han visto favorecidas por la
labor de Assange y su equipo; que han obtenido, por conducto de sus
filtraciones, un elemento invaluable de control social y de escrutinio
público frente a autoridades y poderes fácticos, y que se han visto
fortalecidas en materia de transparencia, libertad de expresión y
derecho a la información, elementos imprescindibles del desarrollo
democrático y civilizatorio.
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