domingo, 13 de noviembre de 2011

LOS GUERRERISTAS, A LA GUERRA; LOS BANQUEROS A LAS FINANZAS. POSIBILIDAD CONCRETA DE “INTEGRARNOS A LA NADA”

Dardo Ribas: (en un comentario suyo a la sorprendentemente lúcida reflexión de Fidel Castro. Sorprendente porque, mientras suben y caen toda clase de "estadistas" globales, mediocres o enterrados en el mutismo detrás de sus mentiras, él muestra su vigencia, su coraje y su inteligencia, en verdad, sorprendentes.) LOS GUERRERISTAS, A LA GUERRA; LOS BANQUEROS A LAS FINANZAS.
POSIBILIDAD CONCRETA DE “INTEGRARNOS A LA NADA” de Cubadebate (que en su edición de hoy día 13 de nov tiene, incluso más que siempre! además varios otros artículos imperdibles, además de las reflexiones que adelanta Fidel)
Va el comentario de Dardo Ribas
Estas reflexiones de Fidel vuelven a instalar la prevención.
Puede todo el mundo verificar el derrotero de ciertos hechos puntuales. La OTAN desencadenó sobre Libia un atroz bombardeo, mataron a Kaddafi y sembraron de cadáveres Misrata, Trípoli y otras ciudades.
El país quedó en manos de grupos rivales que compiten a la hora de las atrocidades. Lo hemos contemplado cuando el linchamiento incalificable del líder libio. Hillary anduvo por Trípoli y dos días después masacraban al beduino. Ella festejó alegremente. Fue ahí cuando tuvo la ocurrencia de pronunciar el apotegma cesariano, adaptándolo a las circunstancias.
Anteriormente, Obama había anunciado -como quien consolida una victoria- el retiro de tropas en Afganistán y en Irak. Un retiro que no es un retiro. El imperio siempre utiliza estas maniobras donde insinúa el fin de la vocación guerrerista. Eso ocurre cuando falta poco para renovar la comedia electoral que colocará en la Casa Blanca a otro mascarón de proa. Otro buhonero que le venda al mundo una nueva versión de la “democracia americana”.
En los hechos concretos, podrán regresar “a casa” a unos miles de marines, pero dejarán bases, naves y aviones, dando vueltas de manera permanente. El negocio de la guerra debe ser reciclado para que prosiga brindando fabulosas ganancias a los diversos trust que se dedican a estas actividades. Por lo tanto, a una guerra subsiste otra. Con “republicanos” o con “demócratas”. Con Sarkozy o sin Sarkozy. Con Cameron o sin Cameron. Con Netanyahu o con Shimon Peres.
El comandante se refirió a la reunión del “G-20”. Queda claro, en sus palabras, la profunda decepción sobre esa reunión que no arrojó más que gestos retóricos por parte de quienes allí intervinieron. Discursos vacíos de contenido, poses teatrales y lenguaje propio de banqueros.
Lo de siempre… esas consabidas construcciones que insisten sobre el “desarrollo sustentable”, la “gestión”, la “inclusión social”, etcétera. Palabras investidas de grandilocuencia y las infaltables fotografías que inmortalizan la vanidad de los mandatarios presentes, a los que deben sumarse hipócritas abrazos, elogios mutuos y fastuosas recepciones entre delicados manjares y suntuosos alojamientos.
Muchos de los que allí estuvieron se habían congratulado con Kaddafi, comieron manjares a su lado y formalizaron con él negocios siderales. Después lo mandaron a matar y trituraron su país.
El “G-20”, en pocas palabras, millones tirados a la basura para montar una farsa que de nada le sirve a la Humanidad. Un recreo de gente famosa que se dedicó a pronunciar supuestas buenas intenciones. Terminada la parodia, cada uno regresa a su país y todo sigue igual. Los guerreristas, a la guerra; los banqueros a las finanzas.
Mientras tanto -a días de terminada la comedia- Israel implora a los EEUU bombardear Irán y aparece el informe de la OIEA (Organización Internacional de Energía Atómica), que instala la idea de que un peligro monstruoso emana de las iniciativas nucleares del país persa.
Se suman, de inmediato, los otros componentes de la santa cruzada… Cameron, Hillary, Sarkozy… Terminaron con Libia y ya andan merodeando a la próxima víctima. No se sabe cuál es la táctica. ¿Primero Siria, después Irán? ¿Los dos al mismo tiempo?… Vaya uno a saber.
Fidel insiste con crear conciencia pública sobre las horribles tramoyas que se están ejecutando y que, probablemente, ya tengan vía libre. Puede ocurrir que el día menos pensado uno amanezca, encienda su PC y lea en los diarios: “Bombardeo sobre instalaciones iraníes”. La historia humana está repleta de sorpresas de ese calibre. En especial, la que hemos vivido en el siglo pasado. Y si no que lo digan los europeos, tan consternados ahora por la debacle financiera que ha producido el “capitalismo poco serio”.
De ahí a lo que sigue… cualquier posibilidad puede pegar en el blanco. Respuesta violenta de Teherán, nueva oleada de bombas sobre las instalaciones y escalada sin límites en el conflicto. Invasión, drones, atómicas… Seguramente, Rusia y China podrían intervenir de ver afectados sus intereses y la bola de nieve (explosiva), aumente su tamaño a proporciones impensadas. Aplíquese la misma perspectiva cada vez que emerge, repentino, larvado, el conflicto de las dos Coreas.
Otra posibilidad, un enlace de todas estas complicaciones… un efecto “dominó” de consecuencias imprevisibles.
No falta quienes aseguran que hablar de estas cuestiones es “alarmismo”. Incluso, han acusado al comandante de “alarmista” (“El País”, “Clarín” y sus escribas). Pasan por alto estos mensajes que surgen de los hechos concretos y continúan, afiebrados, en sus negocios, en sus preocupaciones cotidianas.
Uno quisiera verles la cara a estos optimistas el día que un cable de último momento dé cuenta que uno o varios hongos atómicos se alzan sobre algunas ciudades.
Bien, es el panorama que tenemos. Algunos hablando, ingenuamente, dando cátedra en rimbombantes foros internacionales, de la necesidad de regresar al “capitalismo serio”.
Otros, no duermen pensando en reducir a las ruinas a su vecino. Yanquees e israelíes anuncian grandiosos ejercicios militares conjuntos. Amenaza va, amenaza viene.
Mientras tanto, millones de inocentes, de un lado o del otro, no imaginan que de abrirse paso todos estos despropósitos, en poco tiempo pueden estar integrados a la nada, como tan ingeniosamente definiera Saramago al referirse a la muerte.

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