Por Marcos Ávila
(publicado en a principios de enero del 2011 en Rebelión, Cubadebate y otros medios)
La nítida y poderosa radiografía que muestran los cables filtrados por Wikileaks, (el sistemático accionar ilegal de diplomáticos estadounidenses, la guerra de sometimiento que entabla EEUU con prácticamente todo el resto del mundo) hizo pensar, tal vez ingenuamente, a Christian Assange que la transparencia recién instaurada iba a asegurar la democratización inmediata de la política mundial. En apenas poco más de un mes, dada la visibilidad de Wikileaks, que ha sufrido toda clase de ataques coordinados, se ha puesto en evidencia más bien un avance sin precedentes, me parece, en el control centralizado a los ciudadanos díscolos por parte de un grupo muy reducido, cohesionado y compacto de representantes de grandes intereses económicos situados en el corazón de las economías avanzadas capitalistas. Aunque los cables siguen publicándose, ya no se pueden leer como antes. ¿A dónde sino está yendo a parar el remanente de 250 mil cables, de los que se han publicado apenas unos 3.000 y que ya no se encuentran ni en El País, ni en The Guardin, ni en Cubadebate? Con respecto a las nuevas medidas disciplinarias y de silenciamiento que han impuesto a sus cuentas, formas de pago, páginas de las redes sociales el mismo Assange ya señaló su carácter orwelliano. La sociedad totalitaria anticipada por George Orwell en su novela 1984, se ha plasmado en una dimensión global sin precedentes. Los intereses económicos, que no aparecían en la novela como los padecemos actualmente, se han concentrado y ejercen su mandato con toda clase de armas de nueva y antigua tecnología. Ejercen su poder a través del avasallamiento de las débiles y casi extintas instituciones internacionales, y se han autoadjudicado un mandato de intervención y ocupación militar de crecientes zonas del planeta (rápidamente extensibles, por medio de cualquier clase de acuerdos espurios, a todo el mundo). Esta aparición descarada de la mano sucia e impune del Gran Hermano Fascista se amplificó rápidamente primero, a la persecución a todos los que se han atrevido a tener contactos con Wikileaks, cuyos datos personales han sido recabados por un juez ignoto, en una provincia estadounidense, y han sido entregados por estas redes como Facebook o Twitter que, recordemos, partieron priorizando su política de defensa de la privacidad de sus usuarios. Ni siquiera al gobierno finlandés le han respondido estos entregadores, que han facilitado a EEUU los datos, incluso, de una diputada de un país extranjero. La impresión totalitaria de un accionar tan explícito y coordinado de bancos y redes sociales y medios de comunicación, en sintonía con el Departamento de Estado, (en realidad, con los sectores más conservadores y guerreristas de EEUU) no ha acabado de desaparecer en nuestras pupilas cuando otro acto de censura coordinada deja su profunda seña de identidad fascista con el ataque a Cubadebate. El apelativo de terroristas, o potencialmente terroristas que habilita a este conjunto de instituciones censoras a actuar clandestinamente, se extiende paulatinamente a nuevas capas, aledañas o no, como lo prueba el atentado a la congresista demócrata en EEUU. El potencial de extensión de este intento de censura solo puede anticiparse en los discursos demenciales de toda clase de fanáticos, fogoneados desde atrás por los únicos que pueden sacar partido de las guerras que nos prometen. ¡Es la economía idiota! contestó alguna vez el cínico caso Clinton.
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