Lo que hoy están trasmitiendo los medios habría que ponerlo siempre en paralelo, para empezar, con lo que esos mismos medios dijeron sobre el mismo tema o temas colaterales hace un tiempo, lo que ya de por si evidenciaría mucho de la doble moral o doble discurso que ejercen, pero también habría que ponerlo en paralelo con lo que dirán aún o todavía, sin vergüenza, cuando la cortina de humo que han contribuído ahora a crear se haya disipado un poco, porque efectivamente los medios cuentan con que algo de la niebla que han dejado permanezca mientras ellos y sus socios atacan. Por eso hay que contrastar no solo todo lo que prueba un uso sistemático de la desinformación, que en otras palabras es un abuso masivo y global del poder de difamación. Hay que agregar a la lectura de la información que trasmiten actualmente los medios una lectura paralela que debería tener en cuenta de forma sistemática las futuras desmentidas que desde ya es preciso incluir como contexto cuando se leen las noticias de hoy o de ayer. Sin embargo los medios y el poder nacional y/o trasnacional que instrumentaliza a los medios, cuentan sobradamente con que a pesar de todo, como dije más arriba, las cortinas de humo que van creando con éstas y parecidas, pasadas o futuras campañas pre-guerra no se disiparán del todo, y que las nieblas persistirán facilitando los ataques, porque esa es su función y el rol que les han reservado en las guerras de división, saneamiento y conquista que planean. Los medios acá debe entenderse, como todos entienden, a los medios predominantes, deduciendo de forma simple qué intereses y poderes constituyen la base de este predominio.
Las imágenes iniciales con que machacaron estos medios en su campaña a favor de una ataque militar de U$A y sus aliados contra Libia, llamado eufemísticamente "zona de exclusión aérea", mostraban un cementerio en Trípoli, con fosas abiertas que atribuyeron a las matanzas masivas de Gadaffi contra la población civil. Ahora que todo esto resultó falso no hay que dejar de anotar detalladamente este movimiento de desinformación planificada en la cuenta que deberíamos llevar de las mentiras de destrucción masiva que van acumulando los medios. Su pequeña rectificación posterior en la que reconocieron que esa atribución era completamente falsa y que lo que se veía en esas imágenes eran actividades habituales en un cementerio, como hizo El País, antes que desandar honestamente el camino de la desinformación, confirma su estrategia. Que después de la desmentida atribuyeran la responsabilidad de la falsa noticia a una fuente que antes citaron sin contrastar y sin iniciar (¡hasta hoy!) investigaciones independientes sobre todo este tema "de las matanzas generalizadas de Gaddafi contra civiles desarmados" muestra su táctica. La estrategia es dejar instalada en la opinión pública la emoción prefabricada que era el objetivo de estas mentiras. Es una receta de guerra sicológica que se utiliza repetidamente y que se puede documentar detalladamente a partir de la Primera Guerra Mundial. Se desliza una campaña basada en mentiras y luego, cuando se hace notorio que las escandalosas informaciones lanzadas inicialmente son falsas, persisten sin embargo con el tema de la campaña sin sustituir esas evidencias falsas con otras más verdaderas. Y no es porque a esta clase de grandes medios les falten recursos para iniciar una verdadera investigación independiente. Por lo tanto en este terreno también es útil aplicar sistemáticamente la puesta en el debido "contexto" a las sucesivas canalladas mediáticas que se calcan de guerra en guerra.
Todo esto lo demostró con sobrada pericia Willian Norman Grigg en su artículo La pornografía de la atrocidad del partido de la guerra o La CIA y la ventriloquia mediática publicado en la revista digital Rebelión, hace unos días, y acá transcribo un extenso fragmento de su artículo:
“Esto es una masacre”, dijo por teléfono la frenética mujer libia a Anderson Cooper periodista de la CNN mientras se agazapaba de miedo en su apartamento en Trípoli. (,,,) Seguramente fue pura coincidencia que ese “Grito en la noche” desde Libia haya tenido eco, en la misma red, unas pocas noches después, en boca del arquitecto de la guerra de Iraq, ex presidente del Banco Mundial y criminal de guerra Paul Wolfowitz, quien pocos días antes de la dramática transmisión de Cooper pidió una “zona de exclusión aérea” sobre Libia impuesta por la OTAN.
Con base en la experiencia previa de campañas mediáticas a favor de la conquista humanitaria, el "incurable cinismo" de Grigg, como irónicamente se caracteriza a si mismo, lo lleva a oír en el 'Grito en la Noche' de esta nueva chica, "un ligero pero inconfundible eco de aquel otro testimonio de 'Nayirah', la muchacha kuwaití de ojos abiertos quien, utilizando un nombre supuesto para 'proteger a su familia', describió (…) horrores que los ojos humanos no deberían presenciar. La joven enfermera voluntaria de 15 años, precozmente madura, relató en la Reunión de Derechos Humanos del Congreso de EE.UU. cómo soldados iraquíes penetraron en el hospital al-Addan, arrancaron a los recién nacidos de las incubadoras y los lanzaron al suelo.
Poco tiempo después este testimonio fue 'confirmado' por otros que presentaron un testimonio igualmente angustiado ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Durante los tres meses de preparación para el ataque de enero de 1991 contra Bagdad, la imagen de los "bebés de las incubadoras kuwatíes" fue interminablemente reciclada como tema de discusión en entrevistas en los medios, discursos presidenciales, y debates en el Congreso y en la ONU.
"Ese relato de atrocidades fue particularmente efectivo en la superación del escepticismo de gente que apoyaba un punto de vista progresista".
"Lástima que nunca haya sucedido", termina Willian Norman Grigg su relato, como en un tango.
Y luego aclara cómo fueron las cosas: Nayirah como llamaron a esta chica "no era una ingenua traumatizada que presenció un acto de barbarie, (…) se trataba en realidad de la hija de Saud Nasi al-Sabah, embajador de Kuwait en EE.UU. (y miembro de la familia real del emirato). Su guión había sido escrito por la firma de relaciones públicas de Washington Hill & Knowlton, que –bajo la supervisión del ex jefe de gabinete del gobierno de Bush, Craig Fuller, había preparado una campaña para crear apoyo público a la inminente guerra".
"He descrito agitación y propaganda de esta variedad como “pornografía de la atrocidad”. (…) El truco es provocar que toda la audiencia tiemble de horror ante un espectáculo de depravación infrahumana, palpitando con un deseo visceral de venganza, y extática de fariseísmo por la pureza de sus motivos humanos. La gente que sucumbe a él es fácilmente sumergida en una mente colectiva de odio sancionado oficialmente, y está dispuesta a perpetrar crímenes aún más horrendos que los que cree que caracterizan al enemigo".
Grigg cierra citando a una colega periodista que ahora en marzo del 2011 frente a la nueva campaña de los medios para emprenderla con Libia dice de sus compañeros periodistas:
Después de “no aprender nada de los horrores que vitorearon como porreros adolescentes excitados durante los últimos 15 años, esos bombarderos bohemios, esos tenientes infantiloides, esos imperialistas del iPad están de vuelta”, suspira Brendan O’Neill, con un disgusto cansado, en el Telegraph de Londres. “Esta vez quieren que se invada Libia”.
"Esta vez, se supone que creeremos –o que por lo menos fingiremos que creemos– que los relatos de atrocidades son verídicos, que la acción militar santificada por la “comunidad internacional” es una obligación moral, que la sed de guerra y el odio son virtuosos, y que el inminente derramamiento de sangre será un torrente purificador".
Hasta acá la extensa transcripción de párrafos de este artículo de Willian Norman Grigg, al que yo por lo menos voy a volver a leer, cuando publique.
Mañana continuará esta serie de paralelismos en torno a Libia con la publicación de la parte 2
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