viernes, 13 de enero de 2012

Manipulación del Consejo de Seguridad de la ONU en apoyo a los planes militares de EE.UU./OTAN

Manipulación del Consejo de Seguridad de la ONU en apoyo a los planes militares de EE.UU./OTAN

Global Research

Fuente Rebelión / Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Las decisiones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas son presentadas como “la voluntad de la comunidad internacional, y la acción del Consejo de Seguridad en apoyo a una agenda nacional confiere autoridad moral a esa agenda. Por ese motivo es crucial comprender las tácticas mediante las cuales la independencia del Consejo de Seguridad de la ONU es frecuentemente usurpada, y se utilizan métodos de coerción, intimidación y soborno para extorsionar la aprobación de miembros renuentes del Consejo de Seguridad, o de aquellos miembros que se oponen obstinadamente a un modo de actuar en particular.
Hace veintidós años, como resultado de la adopción por el Consejo de Seguridad de la Resolución 678, que autorizó el uso de “todos los medios necesarios” para terminar la invasión iraquí de Kuwait, y “aprobó” el inicio de la primera Guerra del Golfo apoyada por las Naciones Unidas, el ex Fiscal General de EE.UU., Ramsey Clark, quien había presenciado las devastadoras consecuencias del bombardeo de saturación de Bagdad en esa guerra, declaró que: “Las Naciones Unidas, que fueron creadas ‘para prevenir el azote de la guerra’, se han convertido en un instrumento de guerra”.
Desde el colapso de la Unión Soviética, el Consejo de Seguridad ha corrido peligro de convertirse en un ariete político utilizado con el propósito de “legitimar” las aventuras neo-imperiales, y la reafirmación de la dominación occidentales sobre antiguos territorios coloniales en África, Asia, y Medio Oriente. Desde 1991, se han referido frecuentemente al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas como “un brazo del Pentágono” o “un anexo del Departamento de Estado de EE.UU.”
En 1990, solo dos países en el Consejo de Seguridad se opusieron a la aprobación de la Resolución 678, y cuando Yemen emitió uno de esos votos, el embajador de EE.UU. lo amenazó descaradamente: “Ése será el voto más caro que usted haya emitido”, y EE.UU. cortó de inmediato su ayuda de 70 millones de dólares a Yemen.
Varios meses antes del voto, el 25 de septiembre de 1990, el señor Abu Hassan, ministro de Exteriores de Malasia, declaró ante el Consejo de Seguridad:
“No podemos dejar de sentirnos perturbados por la apresurada precipitación con la que se pasa de una resolución a otra en un período de siete semanas. Se puede preguntar si se otorga suficiente tiempo para que cada resolución surta efecto. ¿Nos movemos a esta velocidad para hacer que las sanciones sean efectivas, o nos estamos preparando temprano para una situación en la cual concluiremos que las sanciones no son efectivas y que por lo tanto habrá que tomar otras medidas? Malasia no aceptará que se aplique ese camino. No aceptamos que la guerra sea inevitable… Malasia cree que nuestro sentido de inquietud es compartido por muchos fuera del Consejo y que éste debe darse cuenta de lo que está sucediendo. Malasia, se opone por principio a la intervención de las fuerzas armadas de las principales potencias en cualquier región… Como miembro no alineado y proveniente de una región que ha sido víctima de las batallas y guerras libradas por ejércitos de las principales potencias, tememos las consecuencias de una presencia a largo plazo de las fuerzas militares de las principales potencias.”
El 25 de septiembre de 1990, el ministro de Exteriores de Colombia declaró:
“Deseamos, ante todo, llamar a la paz y la reflexión… ya que estamos preocupados de que cualquier enfrentamiento militar sería una tragedia que lamentaremos durante el resto de nuestras vidas”. El día siguiente, el embajador colombiano declaró: Esperábamos que se sometería al Consejo un borrador de resolución siguiendo estas líneas con nuestro copatrocinio en los próximos días. El día siguiente presentamos un borrador de resolución, junto con Cuba, Malasia y Yemen, en la que aplicamos las observaciones hechas por nuestro ministro de Exteriores el día antes. Pero la verdad es que también el día siguiente, se comenzó a aplicar todo tipo de presión para inducirnos a olvidar nuestro texto… Lo que es más, se nos dio a entender que nuestro texto no contaba con la aprobación del Secretario General. Resultó que no era así… La semana pasada, a fin de llegar al texto final de lo que es ahora la Resolución 674, hubo intensivas consultas que nos dejaron dolidos y frustrados y preguntándonos cómo opera el Consejo de Seguridad. Mi delegación no juzgará estos procedimientos. Le pedimos a todos los presentes que hagan lo mismo, desde el fondo de sus almas, teniendo en cuenta que el futuro de las Naciones Unidas y del mundo es todo lo que realmente importa.”
A pesar de la permanente oposición decidida a la acción militar expresada por Colombia y Malasia durante los meses anteriores al 16 de enero de 1991, el secretario de Estado de EE.UU., James Baker, estaba determinado a obligar a esos dos miembros no permanentes del Consejo de Seguridad a apoyar la guerra, sin tener en cuenta sus convicciones. Baker hizo un viaje relámpago para lograrlo, y dijo al presidente de Colombia que su embajador se “está volviendo loco con esas iniciativas de paz, y debe ser detenido”. Fue logrado mediante la acostumbrada amenaza de la suspensión de la ayuda. Baker siguió al ministro de Exteriores malasio a su hotel en Tokio, y logró obligarlo a revertir su posición, y a que votara a favor de la acción militar contra Iraq. De nuevo se utilizaron tácticas similares, de nuevo con éxito.
Durante las semanas precedentes al 15 de enero de 1991, el presidente de Argelia había viajado por todo Medio Oriente, hablando con dirigentes en Siria, Egipto, Jordania, Omán, Iraq e Irán. También habló dos veces con el consejero del rey Fahd de Arabia Saudí. Fuentes diplomáticas de alto rango acreditadas ante las Naciones Unidas confirmaron que los acuerdos que el presidente argelino obtuvo de los dirigentes de cada país podrían haber llevado a una solución pacífica del conflicto de acuerdo con los requerimientos de la ONU. La reunión final debía tener lugar con el rey Fahd de Arabia Saudí. En el último momento, el rey se negó a encontrar al presidente argelino, y le negó una visa de ingreso a Arabia Saudí, afirmando que “necesitaba más tiempo”. Según una fuente diplomática importante, “Washington no deseaba esa reunión”.
El 17 de enero de 1991, el presidente Bush declaró que su objetivo era la liberación de Kuwait, no la conquista de Iraq, y afirmó además que “estamos determinados a eliminar el potencial de bomba nuclear de Sadam Hussein. También destruiremos sus instalaciones de armas químicas.” Al hacerlo, EE.UU. se colocó en violación de una Resolución de la Asamblea General de la ONU (A/C.1/45/L.38) “que prohíbe ataques contra instalaciones nucleares”. Los intentos de hacer cumplir la resolución fueron recibidos con amenazas de las autoridades de EE.UU. y Egipto, solicitando que esos esfuerzos fueran abandonados.
El Artículo 22 de la Convención de La Haya declara específicamente que el uso de “todos los medios necesarios” es ilegal. La Resolución 678 también viola los artículos 25 y 27 de la convención de La Haya, y los Artículos 1, 2ª, 2b y el artículo IIIc de la Convención de Prohibición del Genocidio. El investigador de las Naciones Unidos, Marti Ahtisaari, reveló que el bombardeo de la coalición había causado “daños casi apocalípticos, destruyendo la infraestructura económica necesaria para asegurar la vida humana en Iraq”, y advirtió que “es posible que el pueblo iraquí enfrente dentro de poco otra inminente catástrofe, que podría incluir epidemias y hambruna, si no se satisfacen masivas necesidades de soporte vital”. El informe del 15 de julio de la Misión Humanitaria a Iraq de las Naciones Unidas, presentado por Sadruddin Aga Khan, señala que: “Las secuelas de la Guerra del Golfo Pérsico de enero y febrero de 1991, presentaron a la comunidad internacional un apremiante espectáculo de sufrimiento y de devastación. Las trágicas consecuencias del conflicto, la indecible pérdida de vida y destrucción, fueron agravadas por el masivo desplazamiento de poblaciones mal preparadas, por desastres ecológicos de una magnitud sin precedentes, por el colapso de estructuras que mantienen la vida en las sociedades humanas de la actualidad… Es obvio que cada mes que pasa lleva al borde de la calamidad a grandes cantidades de personas de Iraq. Como de costumbre, los primeros que sufren son los pobres, los niños, los enviudados y los ancianos, los más vulnerables de la población.
El hecho de que el gobierno de George W. Bush no haya conseguido el apoyo del Consejo de Seguridad para el bombardeo de “Conmoción y Pavor” de Iraq en 2003, debilitó seriamente la credibilidad y la moral de la operación, y la popularidad de Bush hasta el punto que se convirtió en objeto de ridículo; su postura de “misión cumplida” provocó burlas, y el conspicuo y desastroso resultado de esa guerra, y la denuncia de las mentiras utilizadas para justificar la guerra, se convirtieron en un factor importante en la exitosa campaña presidencial de Barack Obama.
El 4 de octubre de 2011, el proyecto de resolución del Consejo de Seguridad S/2011/612, que buscaba la probación del Consejo de Seguridad para medidas punitivas contra Siria, fue derrotado por los vetos emitidos por Rusia y China. Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica estaban indignados porque la Resolución 1973, que autorizó una zona de exclusión aérea en Libia con el propósito exclusivo de proteger a civiles, se transformó en promiscuos ataques contra Libia por la OTAN y el apoyo flagrante de la OTAN a la oposición libia, en burdas violaciones del mandato de la OTAN. Por cierto, el ex presidente de la Liga Árabe, Amre Moussa, había convocado a una reunión de emergencia de la Liga Árabe, y declaró: “Lo que está ocurriendo en Libia difiere del objetivo de imponer una zona de exclusión aérea, y lo que queremos es la protección de civiles, y no el bombardeo de más civiles”.
La Resolución 1973 culminó, en violación de su mandato, en el “cambio de régimen” y en el asesinato extrajudicial de Muamar Gadafi, presidente de Libia, y llevó en última instancia a innumerables violaciones del derecho internacional que pueden remontarse a la aprobación de la Resolución 1973 por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
En su explicación del veto emitido por Rusia el 4 de octubre, el representante permanente de la Federación Rusa declaró:
“La situación en Siria no puede ser considerada en el Consejo separadamente de la experiencia libia. La comunidad internacional está alarmada por declaraciones de que el cumplimiento de la resolución del Consejo de Seguridad según la interpretación de la OTAN constituye un modelo para la futura acción de la OTAN en la implementación de la responsabilidad de proteger… La demanda de un rápido cese al fuego se convirtió en una guerra civil hecha y derecha, cuyas consecuencias humanitarias, sociales, económicas y militares trascenderán las fronteras de Libia. La situación en conexión con la zona de exclusión aérea se ha transformado en el bombardeo de refinerías de petróleo, estaciones de televisión y otros sitios civiles. El embargo de armas se ha transformado en un bloqueo naval de Libia Occidental, incluido un bloqueo de bienes humanitarios… Respecto a Siria, no se puede culpar solamente a las duras acciones de las autoridades por la continuación de esta tragedia. Eventos recientes muestran convincentemente que la oposición radical ya no oculta su tendencia extremista y se basa en tácticas terroristas en la esperanza de encontrar patrocinadores extranjeros, y actúa fuera de la ley. Grupos armados apoyados por el contrabando y otras actividades ilegales aseguran el aprovisionamiento, se apoderan de tierras, matan y perpetran atrocidades contra gente que acata a las autoridades de mantenimiento del orden.”
El veto ruso-chino que derrotó el proyecto de resolución 612 no fue, sin embargo, el fin de la historia. Fue el comienzo de la campaña oculta y no tan oculta de EE.UU. y la OTAN por obligar al Consejo de Seguridad a apoyar sus planes de subyugar e imponer cambio de régimen en Siria. Hubo una incesante presión sobre Rusia y China para que cambiaran su posición.
Poco después, EE.UU., el Reino Unido, Francia, Alemania, Japón, Arabia Saudí, Jordania y otros 17 Estados auspiciaron en conjunto una resolución que fue presentada al Tercer Comité de la Asamblea General de la ONU condenando a las autoridades sirias por violaciones de derechos humanos, una resolución que no se refiere en ningún punto a las brutales violaciones de los derechos humanos cometidas por la oposición siria en lo que se convertía rápidamente en una guerra civil. Era mucho más fácil y más expeditivo obtener una resolución de condena a las autoridades sirias de la Asamblea General, donde países más pequeños y débiles serían más accesibles a diversas formas de influencia que en el caso del Consejo de Seguridad. Una vez adoptada, la Resolución del Tercer Comité de la Asamblea General podía ser utilizada para presionar, y si fuera necesario aporrear o chantajear a miembros del Consejo de Seguridad percibidos como recalcitrantes por las potencias de EE.UU./OTAN. La Resolución titulada “Situación de los Derechos Humanos en la República Árabe Siria (A/66/462/Add.3) fue adoptada el 19 de diciembre por una votación de 133 votos a favor, 54 en contra o abstenciones. La extrema presión sobre Rusia y China continuó durante todo diciembre, cuando Rusia ocupaba la presidencia del Consejo de Seguridad.
El 8 de diciembre, en una coincidencia fortuita, la Alta Comisionada de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Sra. Navi Pillay, estuvo en Nueva York, y el embajador francés, Gerard Araud instó a que “pasara” e informara al Consejo de Seguridad sobre Siria. Ha habido serias dudas sobre si la Sra. Pillay excedió el mandato de su puesto, y permitió que su puesto fuera politizado. También ha habido dudas sobre su imparcialidad. Se han presentado dudas sobre si la coincidencia de su presencia en Nueva York justificó su visita al Consejo de Seguridad, y si fue bienvenida unánimemente por todos los miembros del Consejo. Repentinamente, una gran cantidad de periodistas acudió al Consejo de seguridad después que se anunció un “Voto de Procedimiento”. Y luego el “voto de procedimiento” no tuvo lugar. Evidentemente el embajador francés había amenazado con el voto de procedimiento para embarazar a Rusia y China, e imponer otra audiencia para la Sra. Pillay en el Consejo de Seguridad.
Para lograr equilibrio, el embajador chino instó a que el tema de Palestina también fuera considerado, y que la información se concentrara en problemas urgentes y violaciones serias de los derechos humanos en Medio Oriente, no solo en Siria. Hubo una oposición tan masiva de EE.UU., el Reino Unido, Francia y Alemania a la inclusión de Palestina en la información de la Sra. Pillay que, aunque esos Representantes Permanentes insistieron en que no se habían opuesto a la inclusión de Palestina en la información, procedieron a declarar, encolerizados, que la inclusión de Palestina constituía una “pista falsa”, un intento de distraer la atención de los problemas en Siria. El embajador ruso, presidente del Consejo de Seguridad, cuando se le preguntó si había enfrentado oposición a la inclusión de Palestina en la información, replicó: “Lo que signifique oposición puede convertirse en una especie de discusión lingüística… Utilizaron todos los registros fuera del intento de estrangular al presidente del Consejo de Seguridad.”
El embajador ruso hizo una declaración a la prensa respecto a lo absurdo de ese embrollo en el Consejo de Seguridad: “en alguna ciencia ficción había un pequeño poema. Es difícil traducir poemas del ruso al inglés, pero decía algo como: Esta mañana lanzaron un cohete. Volaba a dieciséis veces la velocidad de la luz, de modo que llegó a su destino a las 6 de la tarde… de ayer.”
Después de la información, la Sra. Pillay habló brevemente con la prensa, y afirmó que hasta el 12 de diciembre, hubo 5.000 muertos en Siria, incluidos 300 niños, miles de detenidos; había habido tortura, y que había recomendado que las autoridades sirias fueran llevadas ante el Tribunal Penal Internacional por crímenes contra la humanidad. La Sra. Pillay no identificó en ningún momento la fuente de su información, y se fue antes que yo tuviera una oportunidad de preguntarle sobre la identidad de sus fuentes. Luego los representantes francés, británico, portugués y estadounidense hablaron con la prensa reiterando que era “inmoral que el Consejo de Seguridad no haya actuado” e “insoportable que se haya obligado al Consejo a guardar silencio en vista de las horripilantes revelaciones de la Sra. Pillay”.
Finalmente pude preguntar al representante permanente británico, Mark Lyall Grant, cuál era la fuente de la información de la Sra. Pillay, y se me dijo que la fuente de los horribles detalles de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos eran 233 miembros desertores de las fuerzas armadas. Dejando de lado las diversas posibles motivaciones que miembros desertores de las fuerzas armadas puedan tener para distorsionar la información, el hecho de que la Sra. Pillay no haya presentado ninguna información sobre posibles actos de violencia cometidos por la oposición, y su enfoque exclusivo sobre violencia cometida por el gobierno provocan dudas extremadamente serias sobre su objetividad, y el decoro y la legalidad de que haya dado el imprimátur de su puesto a una parte en lo que es esencialmente una guerra civil. La Sra. Pillay afirma que no tuvo acceso a Siria. ¿Cómo entonces pudo entrevistar a una muestra representativa de testigos para presentar un informe exacto sobre la violencia del gobierno sirio? El presidente del Consejo recordó a la prensa que el 3 de agosto hubo informes de que la armada siria disparó contra la oposición. Testigos rusos residentes en Siria rechazaron esos informes. No se hizo más referencia a la discrepancia, y la Sra. Pillay tampoco investigó en algún momento los informes de testigos rusos que rebatían las afirmaciones contra la armada siria.
El 18 de diciembre The New York Times informó sobre horribles muertes de civiles como resultado de ataques de la OTAN contra Libia. El 19 de diciembre, el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, desmintió inicialmente esos informes. Esa tarde, el presidente del Consejo declaró que la afirmación de la OTAN sobre cero víctimas civiles era cruel y cínica. La OTAN se mostraba evidentemente renuente o incapaz de investigar efectivamente los resultados de las 7.700 bombas o de los misiles que lanzó contra Libia. The New York Times señaló:
“un examen en el terreno de The New York Times de sitios de ataques aéreos en toda Libia –incluyendo entrevistas con sobrevivientes, doctores y testigos, y la recolección de restos de munición, informes médicos, certificados de defunción y fotografías – encontró informes verosímiles de docenas de civiles muertos por la OTAN en numerosos ataques diferentes. Las víctimas, incluidos por lo menos 29 mujeres o niños habían estado a menudo durmiendo en sus casas cuando cayeron los proyectiles… Según la información de la OTAN durante la guerra, y en declaraciones desde el fin de los ataques el 31 de octubre, la operación dirigida por la alianza fue casi perfecta – una guerra aérea modelo que utilizó alta tecnología, planificación meticulosa y control para proteger a civiles contra las tropas del coronel Gadafi, lo que constituía el mandato de la alianza. ‘Hemos realizado la operación con mucho cuidado, sin víctimas civiles confirmadas’, dijo en noviembre el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen. El presidente del Consejo de Seguridad dijo que las Naciones Unidas deberían ayudar en la investigación de víctimas civiles, si la OTAN no puede hacerlo por cuenta propia.”
Mientras el presidente del Consejo de Seguridad había declarado el 9 de diciembre que las presiones a las que había sido sometido por EE.UU., el Reino Unido, Francia y Alemania dentro del Consejo de Seguridad “casi llegaron a estrangularlo”, el 16 de diciembre Fehmi Khairullah de la “Coalición Siria Primero”, una organización basada en EE.UU. (cuyo financiamiento no ha sido establecido) envió una información a los medios al cuerpo de prensa de la ONU … anunciando el Día Sirio de la Ira, y señaló que “el régimen sirio está matando a su propio pueblo con el apoyo de la Federación Rusa al criminal régimen sirio”. La información a los medios anunció manifestaciones “para protestar contra el apoyo ruso al criminal régimen sirio” realizadas el viernes 16 de diciembre de 2011 de 3PM hasta 5PM ante la Misión Rusa ante las Naciones Unidas, 136 East 67 Street, New York 10065. Los manifestantes incluirán a “sirios indignados que se reúnen para condenar el continuo apoyo ruso al criminal régimen sirio”.
La presión sobre el presidente del Consejo de Seguridad de la ONU dentro del propio Consejo de Seguridad, que, en sus palabras ‘casi llegó a la estrangulación’, fue aumentada mediante manifestaciones de la ‘Coalición Siria Primero’ frente a la misión rusa ante la ONU, incluyendo una carta dirigida al embajador ruso, que dice: “Su veto en las Naciones Unidas no solo apoya al régimen asesino, sino también bloquea cualquier ayuda humanitaria al desesperado pueblo de Siria, que sufre un frío glacial, hambreado, aterrorizado y privado de suministros médicos”. La estadística de la carta de 5.078 muertos no menciona que esta cifra incluye a los 1.000 funcionarios del gobierno sirio muertos por la oposición, una cifra que incluso fue reconocida por la Sra. Navi Pillay, Alta Comisionada de la ONU para Derechos Humanos.
El 22 de diciembre, en el Consejo de Seguridad, el presidente del Consejo fue obligado a defender su inclusión en la agenda del Consejo de Seguridad de la discusión sobre las violaciones de los derechos humanos del pueblo palestino, y el tema crucial de los civiles libios muertos por ataques de la OTAN. Evidentemente el grupo EE.UU./OTAN exigía que solo el tema de Siria fuera incluido en la agenta del Consejo de Seguridad.
La embajadora de EE.UU., Susan Rice, enfurecida porque el Consejo de Seguridad había fijado su atención en la muerte de 70 civiles libios como resultado de los bombardeos de Libia por EE.UU./OTAN, declaró: “Bienvenidos a la rimbombancia. Estuve recientemente en Libia, y el pueblo libio expresó su aplastante gratitud por la ayuda de la OTAN.” La embajadora Rice evidentemente no se reunió con Mustafa Naji al Morabit, entre muchas otras víctimas de los ataques aéreos de la OTAN. Según el New York Times, “el 4 de agosto una bomba retumbó en la calma de la madrugada y cayó en su casa de hormigón causando el derrumbe de su fachada. La esposa del señor Morabit Eptisam Ali al-Barbar murió con su cráneo aplastado. Dos de sus hijos, Mohammed de 6 años, y Moataz de 3, también murieron. Tres dedos del pie izquierdo de Fatima Umar Mansour, madre del señor Morabit, fueron cortados, el extremo inferior de su pierna izquierda fue partido en dos.”
“El 8 de agosto, cuatro días después de la destrucción de la casa de Morabit, la OTAN volvió a atacar casas ocupadas por civiles, esta vez en Majer, según sobrevivientes, doctores e investigadores independientes. Los ataques fueron los ataques más sangrientos conocidos de la guerra de la OTAN. El ataque comenzó con una serie de bombas guiadas por laser de 250 kilos, llamadas GBU-12, según sugieren restos de los proyectiles. La primera casa, de propiedad de Ali Hamid Gafez, de 61 años, estaba repleta de parientes del señor Gafez, que habían sido desplazados por la guerra, dijeron él y sus vecinos. La bomba destruyó el segundo piso y gran parte del primero. Murieron cinco mujeres y siete niños; varias otras personas fueron heridas, incluida la señora del señor Gafez, cuya parte inferior de la pierna izquierda tuvo que se amputada, dijo el doctor que realizó el procedimiento. Varios minutos después de los primeros ataques, mientras los vecinos a apresuraban a buscar víctimas en los escombros, cayó otra bomba. La explosión mató a 18 civiles, dijeron ambas familias… Los resultados iniciales de los ataques en Majer, parte de la investigación de las Naciones Unidas de acciones de todas las partes en Libia que resultaron en daños a civiles, han planteado preguntas sobre la legalidad del ataque bajo el derecho humanitario internacional, según un funcionario familiarizado con la investigación”.
El 23 de diciembre, el presidente del Consejo de Seguridad realizó una conferencia de prensa en la cual describió la ‘retórica inusualmente explosiva” de la embajadora Rice, y su furia ante la discusión del embajador ruso de los civiles libios masacrados por ataques aéreos de la OTAN. Declaró que era necesario encarar el estallido de la embajadora Rice “repleto de profanidades”. Citó las acusaciones del 22 de diciembre de la embajadora Rice de “rimbombancia, afirmaciones engañosas, truco barato, artero, redundante y superfluo”, todas irreverencias utilizadas por la embajadora Rice para referirse a la mención por el embajador ruso de víctimas libios víctimas de los bombardeos de la OTAN. El embajador ruso señaló a continuación: “Es imposible superar una educación en Stanford, ¿verdad?
El embajador ruso señaló que dentro del Consejo de Seguridad no se había pedido una investigación de las víctimas civiles libias de los bombardeos de la OTAN, y que el tema había sido ignorado totalmente. También recordó a la prensa que el presidente Obama había declarado que deseaba el diálogo con las Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad. Agregó que en ese caso sugeriría que “El diccionario Stanford de irreverencias fuera reemplazado por algo más victoriano”.
En respuesta a una pregunta sobre la ruptura en una atmósfera de acrimonia de las relaciones de trabajo en el Consejo de Seguridad entre los cinco miembros permanentes, el embajador ruso declaró que lo preocupa que el Consejo de Seguridad no se esté moviendo en la dirección apropiada, que “hay miembros que son inflexibles y exigen que “las cosas se hagan a su manera y no de otra”, que no se manifiesten otros puntos de vista, y que deben obtener lo que quieren de inmediato.
Esto “dañará la capacidad de trabajo del Consejo de Seguridad”. Señaló que la acción del Consejo de Seguridad para terminar la violencia en Siria no debiera ser bajo ninguna circunstancia un ‘auxiliar de una política de cambio de régimen’, como resultó ser la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad sobre Libia. Dijo que un cambio de régimen organizado e impuesto desde fuera del país es “inevitablemente destructivo, causa derramamiento de sangre, y que el Consejo de Seguridad y las Naciones no debieran tener que ver con nada semejante”. Declaró que a las 11 de esa mañana la Federación Rusa había presentado su tercer proyecto de resolución sobre Siria, y que “no eliminaremos las referencias a la violencia causada por la extrema oposición y no pediremos sanciones o un embargo de armas, ya que en Libia el embargo de armas bloqueó las armas para el gobierno, pero la oposición recibió ilegalmente masivos suministros de armas de numerosas fuentes.
Todavía no ha sido determinada la suerte del proyecto de resolución presentado por Rusia el 23 de diciembre. Al escribir estas líneas, los cambios y tachaduras requeridos por los países de EE.UU./OTAN transforman esa resolución en algo irreconocible, completamente contraria a su propósito inicial. La forma actual incluye:
“Subrayando la necesidad de resolver la crisis actual en Siria de modo pacífico, y destacando que nada en esta resolución obliga a Estados a adoptar medidas o acciones que excedan el alcance de esta resolución incluyendo el uso de fuerza o la amenaza de fuerza”. (Reino Unido)
Eliminado del proyecto de resolución original ruso: “Eliminando toda intervención militar del exterior”.
“Demanda que el gobierno sirio cumpla con su responsabilidad de proteger a su población, que ponga fin de inmediato a los ataques contra los que ejercen sus derechos a libertad de expresión, reunión y asociación pacífica y que cumpla plenamente con sus obligaciones bajo el derecho internacional aplicable”.
Borrado del proyecto de resolución original ruso: “Demanda que los grupos de oposición armada de la oposición siria detengan la violencia, las violaciones de los derechos humanos y los ataques de terror contra civiles, instituciones estatales, el ejército y el personal de mantenimiento del orden y miembros de sus familias”.
Borrado del proyecto de resolución original ruso: “Insta a los dirigentes de la oposición siria a que se desvinculen de extremistas, a que acepten la iniciativa de la Liga de Estados Árabes y a que se involucren sin condiciones previas en un diálogo sustancial y profundo con las autoridades sirias sobre maneras de reformar las autoridades sirias”.
Cambios solicitados por EE.UU.
  • Congelación de viajes y de activos de 19 funcionarios sirios nombrados.
  • Congelación de activos del gobierno de Siria, incluido el Banco Central de Siria y el Banco Comercial Sirio.
  • Prohibición de transacciones comerciales gubernamentales con Siria, excepto para productos básicos que afectan al pueblo sirio.
  • Prohibición de vuelos hacia/desde Siria.
  • Embargo de armas (EE.UU./Reino Unido)
  • Borrado del proyecto de resolución original ruso: “Decide que nada en esta resolución sea interpretado como una autorización de cualquier tipo de interferencia militar en Siria por quien sea”.
Todo esto ignora conspicuamente un problema importante. La resolución 1973 sobre Libia fue adoptada por el Consejo de Seguridad el 17 de marzo, y los bombardeos de Libia por la OTAN la siguieron de inmediato. El día siguiente, el 18 de marzo, manifestaciones antigubernamentales comenzaron en Siria. El 18 de abril de 2010, la primera plana del Washington Post informó:
“EE.UU. da respaldo secreto a la oposición siria. Cables filtrados revelan financiamiento. “El Departamento de Estado ha financiado secretamente a grupos políticos de oposición sirios y a proyectos relacionados, incluido un canal de televisión satelital que transmite programas antigubernamentales hacia el país… Barada TV está estrechamente afiliada al Movimiento por la Justicia y el Desarrollo, una red de exiliados sirios basada en Londres. Cables diplomáticos estadounidenses clasificados muestran que el Departamento de Estado ha canalizado hasta 6 millones de dólares al grupo para que opere el canal satelital y financie otras actividades dentro de Siria… Los dirigentes del Movimiento por la Justicia y el Desarrollo son antiguos miembros de la Hermandad Musulmana… Varios cables diplomáticos estadounidenses de la embajada en Damasco revelan que los exiliados sirios recibieron dinero de un programa del Departamento de Estado llamado ‘Iniciativa de Cooperación de Medio Oriente’. Según los cables, el Departamento de Estado canalizó dinero al grupo exiliado a través del Consejo Democracia, una organización sin fines de lucro basada en Los Ángeles. Según su sitio en la web, el consejo patrocina proyectos en Medio Oriente, Asia y Latinoamérica para promover los “elementos fundamentales de sociedades estables.” El fundador y presidente del consejo, James Prince, es un ex miembro del personal del Congreso y consejero de inversiones de Price Waterhouse Cooper…Edgar Vasquez, portavoz del Departamento de Estado, dijo que la Iniciativa de Cooperación de Medio Oriente ha asignado 7,5 millones de dólares para programas sirios desde 2005. Un cable de la embajada en Damasco, sin embargo, menciona un total muy superior – unos 12 millones entre 2005 y 2010.”
El financiamiento y participación estadounidense en la desestabilización de gobiernos independientes en todo el mundo sigue un modelo similar a través de toda su larga historia, desde la desestabilización y derrocamiento del gobierno democráticamente elegido de Mossadegh en Irán en 1953, a la desestabilización y derrocamiento de una larga sucesión de presidentes democráticamente elegidos: Arbenz en Guatemala, Juan Bosch en la República Dominicana, Goulart en Brasil, Sukarno en Indonesia, Allende en Chile, (donde Kissinger hizo su famosa declaración: “No podemos permitir que Chile sea comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo’.) En todos los casos esos gobiernos democráticamente elegidos independientes del control corporativo de EE.UU., fueron reemplazados por dictaduras militares que institucionalizaron la tortura, colocaron las economías de sus naciones bajo control de corporaciones multinacionales basadas en EE.UU., empobreciendo a sus propios ciudadanos.
El actual modelo que emerge en Medio Oriente augura eventos aciagos dentro de una trayectoria que se hace evidente. La autorización por el Consejo de Seguridad de la ONU de “todas las medidas necesarias” en la resolución 1973 contra el gobierno libio abrió el camino para una agresión imperial y un derramamiento de sangre impermisible: The New York Times informó el 21 de agosto de 2011:
“La coordinación entre la OTAN y los rebeldes, y entre los propios grupos rebeldes flojamente organizados se ha hecho más sofisticada y letal en las últimas semanas, aunque el mandato de la OTAN había sido solo de proteger a civiles, no de tomar partido en el conflicto… al mismo tiempo, Gran Bretaña, Francia y otras naciones desplegaron fuerzas especiales en el terreno dentro de Libia para ayudar a entrenar y armar a los rebeldes.”
El derrocamiento de Mossadegh en Irán es descrito en detalle por Robert Dreyfus en: Devil’s Game: How the United States Helped Unleash Fundamentalist Islam (página 109):
“Mossadegh consiguió que se aprobara la nacionalización de Anglo-Persian Oil Company (APOC). Fue un golpe catastrófico para Inglaterra… APOC era el orgullo de los activos imperiales de Gran Bretaña. La historia del golpe, dirigido conjuntamente por la CIA y MI6 ha sido descrita frecuentemente. Casi nunca se habló, sin embargo, del hecho de que las dos agencias de inteligencia trabajaron en estrecha colaboración con el clero de Irán, los ulemas, para debilitar y finalmente derrocar a Mossadegh. Turbas callejeras compradas y pagadas por la CIA y movilizadas por agitadores vinculados a los ulemas, que exigían la salida del primer ministro Mossadegh y el retorno del shah. Ayatolá Kashani, principal representante de la Hermandad Musulmana en Irán, fue un actor central en la campaña.”
Si el Consejo de Seguridad de la ONU adopta cualquier resolución que pueda ser transformada en autorización que permita “todas las medidas necesarias” que sea utilizada para justificar acción militar para imponer cambio de régimen en Siria, sería una hoja de parra de preocupación por los “derechos humanos del pueblo sirio, en una guerra civil provocada por el aliento de EE.UU./OTAN a una oposición prefabricada. Esto culminaría inevitablemente, como en Libia, en ‘coordinación entre la OTAN y la oposición’, y eliminaría el último obstáculo de los grandiosos designios imperiales de EE.UU./OTAN. Desataría las patológicas fantasías de dominación global apreciadas desde hace mucho tiempo por el rusófobo Brzezinski, y otros responsables políticos de tendencias semejantes, rompería su precaria relación con la realidad, y lanzaría a las potencias de EE.UU./OTAN hacia los fatales errores de Napoleón e Hitler, una psicosis hecha y derecha. Una resolución del Consejo de Seguridad que pudiera ser interpretada para permitir una acción de EE.UU./OTAN contra Siria, impulsaría a esas fuerzas, ya ebrias de poder, a buscar a continuación una resolución que autorice la acción militar contra Irán.
Libia, Siria e Irán tienen mucho petróleo y no tienen armas nucleares. Cualquier acción contra Irán, sea emprendida por EE.UU./OTAN o por Israel, provocaría una conflagración imposible de controlar, que involucraría potencialmente a otros Estados nucleares, cuya dirección sería imposible de terminar o limitar al comienzo. Y el punto final de esa trayectoria sería inevitablemente Rusia, que controla inmensas reservas de petróleo y gas codiciadas por Occidente. Pero a diferencia de las insanas aventuras de Napoleón e Hitler, antes de la era atómica, la Rusia actual posee armas nucleares, y rodeada por países hostiles de la OTAN y enfrentada a la amenaza de la defensa de misiles de la OTAN, Rusia, existencialmente amenazada, ha abandonado la doctrina de “ningún primer uso de armas nucleares” de la Unión Soviética.
Si Rusia resiste la creciente presión, y sigue impidiendo cualquier resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que autorice “todos los medios necesarios” contra Siria, podría ser el momento en el cual, al no obtener el apoyo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y al no poder afirmar que actúan de acuerdo con “la voluntad de la comunidad internacional”, la fuerza psicológica de EE.UU./OTAN se agote, como sucedió con Napoleón en la Batalla de Borodino en 1812, e Hitler en Stalingrado en 1943. El camino a la Tercera Guerra Mundial habrá sido bloqueado, y el Consejo de Seguridad de las Naciones sería redimido de su actual condición de “instrumento de guerra”.
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Carla Stea es periodista con acreditación de prensa en el Departamento de Estado de EE.UU. y en las Naciones Unidas. Sus artículos han sido publicados en EE.UU., el Reino Unido, Rusia, Latinoamérica, y han aparecido en Latin American Perspectives, Covert Action Quarterly, War and Peace Digest, Rock Creek Free Press, Komsomolskaya Pravda, Rabochaya Tribuna, Sovetskaya Rossia, Novosti Press y Tapol, Report on Human Rights, Indonesia.

Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=28586

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