sábado, 22 de octubre de 2011

Los medios, los empresarios y los estados buitres festejan un asesinato calcado a Irak. No será calcado a Vietnam, porque ahora tienen ejércitos mercenarios y tocan de afuera, pero será, ahora se ve, un fracaso aún más rotundo.

Un editorial de La Jornada, que a continuación copio, muestra ya un balance político del festejo agónico sobre los despojos de Libia. Que resistirá, porque el mismo accionar desfachatadamente colonizador de la OTAN ha construído, reforzado y ampliado seguramente el arco de la resistencia en Libia. El balance de este "triunfo" es un baño de sangre y rapiña generado por un ejército depredador mercenario de la OTAN. También habrá que investigar a la OTAN por sus nexos, financiamiento y provisión de armas a las bandas mercenarias del CNT. Este cínico festejo del nobel de la paz y todos sus secuaces se revelará a continuación, como evidencia embrionariamente este editorial que transcribiré, porque esta lectura se extenderá y será aún más evidente, el tamaño del (nuevo) fracaso de la nueva aventura colonialista de los estados buitres. Será a escala del fracaso de Vietnam, aunque ahora sea todavía sin su ejército desplegado en tierra, utilizando ejércitos mercenarios, tocando de afuera del área, desde el aire, con bombardeos genocidas, porque asi calcularon que les mancharía menos el morro. La payasada mediática de está guerra ha quedado en evidencia. La inmensidad planetaria y monstruosa de la cobertura mediática de esta guerra no puede ocultar que los estados buitres han quedado aislados, a pesar de la unanimidad mediática.  Su futuro accionar es ahora y por todo esto, una carta marcada que ya aprendieron a leer muy bien, entre otros, varios de los actuales miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. Esto es lo que revela la exasperación de su festejo genocida. ¿"Triunfo definitivo de una revuelta que luego fue desvirtuada" según afirma este editorial o triunfo pírrico, problemático y pasajero de una revuelta previamente anunciada (y financiada) que se constituirá rapidamente en otro fracaso fangoso de la OTAN?
 
Editorial de La Jornada, de México
El asesinato de Muamar el Gadafi, perpetrado ayer en su natal Sirte, marca el triunfo definitivo de la revuelta que empezó en Libia hace ocho meses y que fue desvirtuada, poco después de su inicio, por una masiva intervención militar de las potencias occidentales en la nación norafricana.
Lo que habría sido una insurrección popular democratizadora fue convertida en una incursión de saqueo neocolonial, alentada por la ambición de Estados Unidos y Europa ante los enormes recursos energéticos del territorio sirio, en un nuevo mercado de armamento y, presumiblemente, en una vasta oportunidad para los negocios de reconstrucción, a la manera de los realizados tras la invasión y destrucción de Iraq, cuyos contratos beneficiaron a las empresas y consultoras del entorno del ex presidente George W. Bush.
Por otra parte, está por verse si el heterogéneo Consejo Nacional de Transición (CNT) es capaz de reconstruir Libia, de gobernar con moderación, legalidad y soberanía, así como de emprender cambios reales en el país.
En otro sentido, la exhibición del cadáver del antiguo hombre fuerte de Libia en los medios occidentales, así como la omisión de que su muerte y la de muchos de sus hombres cercanos fueron homicidios injustificables, exhibe una vez más la doble moral de las democracias occidentales, las cuales siguen haciendo redituables negocios con sátrapas del mundo árabe no menos impresentables que Gadafi, como los monarcas de Marruecos, Arabia Saudita y los emiratos petroleros del Golfo Pérsico.
Asimismo, al festejar el suceso, Estados Unidos y Europa omiten el hecho de que, hasta hace menos de un año, Kadafi era recibido con cordialidad extrema por Barack Obama, José Luis Rodríguez Zapatero, Nicolas Sarkozy y Silvio Berlusconi, y que hay señalamientos sobre el financiamiento de las campañas políticas de los dos últimos por parte del régimen depuesto.
Con tales antecedentes, es claro que el fin de la era de Gadafi en la intervenida nación del Magreb no necesariamente representa un paso hacia la democracia, la paz y el desarrollo en Libia. Por lo pronto, el asesinato del gobernante es una expresión de barbarie y de hipocresía.

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